Cuando mi hermana me cuenta de su despertar, de su amor por la vida, de sus sueños del corazón… me miro en ella y la bendigo.
Por muchos años, las mujeres aprendimos a mirarnos solamente en el dolor de otras mujeres, pero hoy es distinto. Hoy podemos elegir mirarnos en cada viaje, en cada celebración, en cada pasaje, en cada vivencia amorosa y vibrante de cada una de las mujeres en nuestra vida.
En ellas podemos mirar quiénes somos sin filtros: nuestro éxito, nuestra belleza, nuestros anhelos, nuestras batallas sagradas, nuestra historia, nuestro rumbo de amor, el poder de la sencillez.
En ellas podemos mirarnos.
Y podemos elegir también, ser un amoroso espejo para las mujeres de nuestra vida: un espejo limpio, verdadero, sentido, en gozo.
¡Cómo resonaría entonces el mundo!
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